En las calles de Valencia, cada primavera se celebra un espectáculo único: las Fallas. Un festival declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO que cautiva con su colorido, sátira y, sobre todo, una profunda conexión con la tradición, la devoción y la Comunidad Valenciana.
El origen de las Fallas se remonta a la Edad Media, a la víspera del día de San José, patrón de los carpinteros. Se dice que los carpinteros valencianos, en un gesto de purificación y devoción hacia su santo patrono, quemaban en las calles las maderas sobrantes de sus talleres ("parots").
Más que una simple hoguera, este acto simbolizaba la limpieza del taller para la llegada de la primavera, el fin del invierno y, sobre todo, un homenaje a San José, carpintero por oficio. La llama purificadora purificaba no solo el espacio físico, sino también el espíritu, preparándolo para la renovación que traía la nueva estación.
Con el tiempo, estas hogueras se transformaron en figuras más elaboradas, incorporando elementos satíricos y personajes de la vida cotidiana. Nacían así las primeras fallas, dando paso a una fiesta que ha ido evolucionando hasta nuestros días, conservando siempre su esencia original: la devoción a San José, la celebración de la primavera y el arraigo a la cultura valenciana.
Un legado de tradición y fervor popular en los Casales Falleros
Las Fallas se han convertido en un símbolo indiscutible de la identidad valenciana. Una fiesta que se vive con fervor popular y que tiene su epicentro en los Casales Falleros, lugares de encuentro y cohesión social donde se trabaja durante todo el año en la elaboración de las fallas.